La corriente que durante el siglo XIX se denominó catolicismo liberal tiene raíces que se remontan varios siglos atrás. En este caso, a la época del Renacimiento, ligadas al llamado humanismo cristiano, cuyo principal exponente fue Erasmo de Róterdam, y para el caso español, el grupo de intelectuales reunidos en torno a la Universidad de Alcalá de Henares, fundada por el cardenal Jiménez de Cisneros.
Más adelante, en el siglo XVIII, la Ilustración influyó en varios círculos de católicos franceses, belgas, alemanes y neerlandeses, constituyéndose doctrinas (galicanismo, molinismo y josefismo, entre otras) que exaltaban el individualismo y la racionalización de las concepciones y expresiones religiosas (libre albedrío, moral austera, rechazo a las prácticas barrocas) al igual que una modificación de la organización religiosa, al apoyar los intentos de creación de Iglesias nacionales.